A la izquierda: George Bernard Shaw.
A la derecha: Hall Caine.
En el mes de agosto de 1927, el famoso
escritor irlandés George Bernard Shaw, le escribió al célebre novelista inglés Mr.
Hall Caine una carta de protesta sobre la supuesta brutalidad del boxeo.
Shaw estaba de acuerdo
prácticamente con todo lo que señalaba Hall Caine aunque quiso aclarar solamente
sobre un punto:
“La
crueldad del boxeo es imaginaria. Esto no implica que los combatientes no se
hieran. ¡No! Pero tampoco sufren más de lo que un atleta debe y tiene que
sufrir en la rutina regular de su entrenamiento diario. Lo cierto es que ningún
muchacho razonable, pero de contextura atlética, se abstiene del boxeo por el
dolo que él envuelve, a pesar de que muchos de los jóvenes que se dedican a prácticas
boxísticas salen de ellas en peores condiciones que las de Dempsey y Sharkey
cuando éstos terminaron su reciente pelea en Nueva York.
Estoy
seguro de que la mayoría de los boxeadores declinarían aceptar un remo en una
regata universitaria, arguyendo que prefieren el deporte a que se han dedicado,
por menos arduo, pues en éste por lo menos disfrutan de un descanso de nueve
segundos sobre la lona del ring, amén de que cuentan….
Nadie
que no haya ensayado el boxeo puede tener una idea de lo difícil que es golpear
a un boxeador, aún cuando yo he visto, y como yo, muchos, que hombres sin
ningún conocimiento del deporte, se golpean de manera tan feroz que en menos de
treinta segundos ambos quedan en una condición que el sólo contemplarla
obligaría a Tunney, a Dempsey y a Carpentier, a meterse a un convento a pasar
tranquilos los días que les resten por vivir.
No
hay duda de que los buscadores de sensaciones que pagan 25 dólares por ver algo
terrible, creen que lo que ven es terrible en verdad, y el empresario del
espectáculo que cobra esos 25 dólares, naturalmente que no trata de matar esa
ilusión. Pero si el público supiera cuán poco daño se hacen los boxeadores, de
seguro que exigiría la devolución del dinero pagado en la taquilla.
Por
lo tanto, le pido a Hall Caine que no gaste en balde su espíritu humanitario.
Si él y yo, cuando teníamos la edad de Sharkey hubiéramos recibido por nuestros
éxitos siquiera la mitad de lo que el púgil bostoniano recibió por su derrota,
nos hubiéramos considerado los hombres más felices de la tierra.
El
puritano que antaño se oponía a que acosaran y molestaran a los osos de
diversión, tuvo razón cuando declaró que no lo hacía por lo que sufría la
bestia, sino porque el placer que experimentaban los espectadores era más condenable
que el atropello del animal. Si los espectadores creen que lo que están viendo
no es un certamen de habilidad que se desarrolla entre dos atletas que no
tienen ninguna razón de odiarse, sino que se trata de una rabiosa pelea de
odiosidades, entonces no hay duda de que el boxeo es inmoral. Y si los
periodistas que nada saben de boxeo escriben crónicas sangrientas acerca de los
encuentros, cometen la falta de fomentar la inmoralidad. Por lo tanto, sugiero
que las autoridades declaren falta castigable el que cualquier periódico
publique crónicas de boxeo escritas por individuos que no hayan pasado antes
por un gimnasio donde boxeadores profesionales les hayan enseñado a conocer su
mano derecha.
En
lo que respecta a los organizadores de espectáculos boxísticos, yo los
obligaría a que solo presentaran peleas de verdaderos expertos, pues no hay
nada más aburrido que un encuentro entre dos principiantes. Ahí no hay ni la
genuina brutalidad de la pelea, ni el interés de una lucha hábil.
Lo
que mató al deporte del boxeo en todo el siglo XIX, no fue la brutalidad de los
boxeadores, sino por el contrario, la simpleza de las peleas.
En
cuanto al analfabetismo del “ring”, ya no existe en nuestros días. El pugilismo
ha adquirido un considerable gusto literario, y lo raro es que Sir Hall Caine
no lo haya notado. En este deporte hay algo que atrae irresistiblemente a la
romántica cobardía de todos los escritores de historias novelescas. Y aún los
mismos boxeadores manejan la pluma actualmente. Norman Clark, conocido ex-boxeador,
no sólo ha escrito un tratado sobre boxeo, sino que también nos dio una
exposición popular de la filosofía Kantiana. La autobiografía de Carpentier es
tan vivaz e individual, que es imposible creer que fuera manufacturada por
agentes de prensa asalariados. Mr. Tunney quien estuvo a punto de hacer una
interpretación cinematográfica de mi novela “La Profesión de Cashel Byron”, al
leer ésta se reveló como un concienzudo crítico al puntualizar los errores
técnicos que la hacían inadaptable a la pantalla.
Estos
pugilistas literatos son los únicos que pueden mantener el interés de los
espectadores cuando luchan ante el público.
Los
boxeadores norteamericanos de la actualidad llenan los periódicos con
artículos, no sobre la técnica del deporte, sino sobre psicología y otros
tópicos.
Y
dentro de poco no será raro que los púgiles exhiban títulos universitarios que
los autoricen a colgarse una larga serie de letras al final de sus nombres,
amén de un considerable índice de las obras que han publicado.
Para
finalizar, debo decir que no creo que los empresarios de boxeo compartan el
humanitarismo de Sir Hall Caine en lo que respecta al sufrimiento de los
combatientes, pero si les aconsejo de una manera formal, que consideren el
peligro que corre el negocio en vista….
En
el futuro “el ring” se levantará en los grandes estadios que almacenan
centenares de miles de personas, sino en cualquier rincón de un estadio de
Cinelandia. A esto llegaremos porque las vastas colecciones de gentes que con
más dinero que cerebro patrocinan el deporte del boxeo, algún día advertirán
lo caro que pagan sus emociones.
George
Bernard Shaw
Londres, agosto 1927.
Nota: George
Bernard Shaw fue ganador de los premios Nobel de Literatura en 1925 y Cinematográfico
“Oscar” en 1938.
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