miércoles, 20 de abril de 2016

CONFESIONES DE JACK DEMPSEY EN 1926


A continuación publico unas declaraciones dadas por el campeón mundial de los pesos pesados, de 1919 a 1926, Jack Dempsey, realizadas en Denver, Colorado (U.S.A.), en el año de 1926:

“Nunca he gozado del favor del público norteamericano. Puedo decir que desde que soy campeón del mundo la mayoría del público ha esperado mi derrota cada vez que he subido al ring. ¿De dónde proviene esta impopularidad? Lo ignoro. El día en que luché con Carpentier, un noventa por ciento de los espectadores deseaba la victoria del extranjero. Cuando me enfrenté a Harry Wills, mis compatriotas, a pesar del horror que tienen a los negros, esperaban aclamar a mi rival.

No quiero profundizar los sentimientos que no comprendo…ni comparto. No creo haber jamás, con mi conducta como boxeador, dado lugar a críticas. Siempre que he boxeado lo he hecho con valor y con lealtad.

Bill Brennan me puso en peligro. Cualquier otro hombre hubiera caído knocked-out con el golpe que me dio Carpentier en la quijada, en el segundo round de nuestro combate. Nunca estuvo Firpo más cerca del triunfo que cuando me sacó fuera del ring, en nuestro match. Pero siempre, aún inconsciente, he encontrado en mí mismo la fuerza suficiente para defenderme y para transformar en victoria lo que había parecido una irremediable derrota.

Esto es, ante todo, porque yo poseo una quijada de hierro, lo cual constituye una gran cualidad física, “el espíritu de lucha”, sin el cual no podría ningún hombre llegar a ser un campeón verdadero, cualesquiera que sean los recursos que disponga. El entrenamiento puede perfeccionar a un hombre; el trabajo puede desenvolver la virtuosidad y la resistencia; pero “el espíritu de combate” no se adquiere, nace con el individuo.

Yo no me hago ninguna ilusión sobre el porvenir. El día que me derroten ningún empresario volverá a contratarme. No importa que yo sea, entonces, rico o pobre. Si yo no me preparo yo mismo una vejez tranquila nadie vendrá a socorrerme. Por eso, como sé que trabajo para mi porvenir, me hago pagar caro.

Yo cobro muy caro. Este es un reproche que muchas veces me han hecho los periódicos. ¿Por qué ha de ser de otro modo? Siempre he querido que cada match me produzca más que el precedente. ¿No tenía razón, cuando las entradas seguían la misma progresión ascendente?

Convenceos de que no existe ningún boxeador que pueda dictar el tamaño ni el peso de la bolsa. El único que puede imponer esas condiciones es el público. El organizador sabe si el público, vendrá; si el match lo atraerá o no.

Ni el organizador ni los combatientes pueden decidir el asunto. El único juez –lo repito- es el espectador. Según el interés que éste tenga en el boxeador, así será el interés que tiene en verlo combatir. El día en que el campeón encuentre quien lo venza entonces nadie querrá verlo más. Es por esto por lo que es conveniente alejar el mayor tiempo posible la fecha de la derrota, que irremediablemente le llega a cada boxeador.

Cuando Tommy Burns le pidió a Mac Intosh seis mil libras por su encuentro con Jack Johnson en Sydney, todo el mundo se escandalizó. Tommy estaba loco! En aquel tiempo esa cantidad batía todos los récords. Mac Intosh no fue de la misma opinión; hizo un cálculo rápido y aceptó las condiciones. Él no era un Mecenas, sino un hombre de negocios. Si él hubiera supuesto que una pelea entre dos gatos salvajes hubiera llevado tanto público como el match Burns-Johnson, yo os garantizo que habría pagado el mismo precio, apartando a los boxeadores.

En la época de mis comienzos, yo boxeaba por el valor de una modesta comida, porque, siendo desconocido, el público no pagaba por verme. Yo he ganado más a medida que me hacía conocer. Así no existe alguna razón para que, fiel a los principios de los organizadores, no haya yo tomado la decisión de pedir cada vez más. El organizador acepta porque sabe que le conviene. Todos han hecho grandes beneficios conmigo. ¿Por qué no debo yo aprovecharme también?

Antes de que usted fuera campeón, se me dice con frecuencia, cien mil dólares eran un máximum; después del principio de su reinado usted ha cobrado 300.000 por un combate y algo así como 450.000 por otro.

Es la pura verdad.

Pero examinemos mejor los hechos: por pelear con Billy Miske, que recibió 25.000 dólares, yo gané 55.000; el organizador, Floyd Johnson, hizo una grande utilidad. Tex Rickard me dio 300.000 dólares por mi pelea con Carpentier, quien ganó 200.000. Ahora bien, los 74.900 espectadores hicieron una entrada de 1.626.580 dólares. ¿Se podría quejar? Por encontrarme con Tom Gibbons me fueron prometidos 310.000 dólares. El negocio resultó malo a causa de una mala organización. Ni Gibbons ni yo éramos responsables. Mi pelea contra Firpo me produjo la mayor suma que he ganado en mi carrera y Firpo ganó 125.000 dólares. Después de haber pagado todos los gastos, Tex Rickard se dio cuenta de que le quedaban 200.000 dólares. ¿Podía quejarse? Y yo os aseguro que ninguno de los 80.000 espectadores se arrepintió de haber gastado su dinero.

Si yo he cobrado más que cualquier otro boxeador, nadie puede quejarse. Yo trabajo para vivir, y, por mi trabajo, me hago pagar el máximum”.
Jack Dempsey

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