A continuación publico unas
declaraciones dadas por el campeón mundial de los pesos pesados, de 1919 a
1926, Jack Dempsey, realizadas en Denver, Colorado (U.S.A.), en el año de 1926:
“Nunca he gozado del favor
del público norteamericano. Puedo decir que desde que soy campeón del mundo la
mayoría del público ha esperado mi derrota cada vez que he subido al ring. ¿De
dónde proviene esta impopularidad? Lo ignoro. El día en que luché con
Carpentier, un noventa por ciento de los espectadores deseaba la victoria del
extranjero. Cuando me enfrenté a Harry Wills, mis compatriotas, a pesar del
horror que tienen a los negros, esperaban aclamar a mi rival.
No quiero profundizar los
sentimientos que no comprendo…ni comparto. No creo haber jamás, con mi conducta
como boxeador, dado lugar a críticas. Siempre que he boxeado lo he hecho con
valor y con lealtad.
Bill Brennan me puso en
peligro. Cualquier otro hombre hubiera caído knocked-out con el golpe que me
dio Carpentier en la quijada, en el segundo round de nuestro combate. Nunca
estuvo Firpo más cerca del triunfo que cuando me sacó fuera del ring, en
nuestro match. Pero siempre, aún inconsciente, he encontrado en mí mismo la
fuerza suficiente para defenderme y para transformar en victoria lo que había
parecido una irremediable derrota.
Esto es, ante todo, porque
yo poseo una quijada de hierro, lo cual constituye una gran cualidad física, “el
espíritu de lucha”, sin el cual no podría ningún hombre llegar a ser un campeón
verdadero, cualesquiera que sean los recursos que disponga. El entrenamiento
puede perfeccionar a un hombre; el trabajo puede desenvolver la virtuosidad y
la resistencia; pero “el espíritu de combate” no se adquiere, nace con el
individuo.
Yo no me hago ninguna
ilusión sobre el porvenir. El día que me derroten ningún empresario volverá a
contratarme. No importa que yo sea, entonces, rico o pobre. Si yo no me preparo
yo mismo una vejez tranquila nadie vendrá a socorrerme. Por eso, como sé que
trabajo para mi porvenir, me hago pagar caro.
Yo cobro muy caro. Este es
un reproche que muchas veces me han hecho los periódicos. ¿Por qué ha de ser de
otro modo? Siempre he querido que cada match me produzca más que el precedente.
¿No tenía razón, cuando las entradas seguían la misma progresión ascendente?
Convenceos de que no existe
ningún boxeador que pueda dictar el tamaño ni el peso de la bolsa. El único que
puede imponer esas condiciones es el público. El organizador sabe si el público,
vendrá; si el match lo atraerá o no.
Ni el organizador ni los
combatientes pueden decidir el asunto. El único juez –lo repito- es el
espectador. Según el interés que éste tenga en el boxeador, así será el interés
que tiene en verlo combatir. El día en que el campeón encuentre quien lo venza
entonces nadie querrá verlo más. Es por esto por lo que es conveniente alejar
el mayor tiempo posible la fecha de la derrota, que irremediablemente le llega
a cada boxeador.
Cuando Tommy Burns le pidió
a Mac Intosh seis mil libras por su encuentro con Jack Johnson en Sydney, todo
el mundo se escandalizó. Tommy estaba loco! En aquel tiempo esa cantidad batía
todos los récords. Mac Intosh no fue de la misma opinión; hizo un cálculo
rápido y aceptó las condiciones. Él no era un Mecenas, sino un hombre de
negocios. Si él hubiera supuesto que una pelea entre dos gatos salvajes hubiera
llevado tanto público como el match Burns-Johnson, yo os garantizo que habría
pagado el mismo precio, apartando a los boxeadores.
En la época de mis
comienzos, yo boxeaba por el valor de una modesta comida, porque, siendo
desconocido, el público no pagaba por verme. Yo he ganado más a medida que me
hacía conocer. Así no existe alguna razón para que, fiel a los principios de
los organizadores, no haya yo tomado la decisión de pedir cada vez más. El
organizador acepta porque sabe que le conviene. Todos han hecho grandes
beneficios conmigo. ¿Por qué no debo yo aprovecharme también?
Antes de que usted fuera
campeón, se me dice con frecuencia, cien mil dólares eran un máximum; después
del principio de su reinado usted ha cobrado 300.000 por un combate y algo así
como 450.000 por otro.
Es la pura verdad.
Pero examinemos mejor los
hechos: por pelear con Billy Miske, que recibió 25.000 dólares, yo gané 55.000;
el organizador, Floyd Johnson, hizo una grande utilidad. Tex Rickard me dio
300.000 dólares por mi pelea con Carpentier, quien ganó 200.000. Ahora bien,
los 74.900 espectadores hicieron una entrada de 1.626.580 dólares. ¿Se podría
quejar? Por encontrarme con Tom Gibbons me fueron prometidos 310.000 dólares.
El negocio resultó malo a causa de una mala organización. Ni Gibbons ni yo
éramos responsables. Mi pelea contra Firpo me produjo la mayor suma que he
ganado en mi carrera y Firpo ganó 125.000 dólares. Después de haber pagado
todos los gastos, Tex Rickard se dio cuenta de que le quedaban 200.000 dólares.
¿Podía quejarse? Y yo os aseguro que ninguno de los 80.000 espectadores se
arrepintió de haber gastado su dinero.
Si yo he cobrado más que
cualquier otro boxeador, nadie puede quejarse. Yo trabajo para vivir, y, por mi
trabajo, me hago pagar el máximum”.
Jack Dempsey
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